La mantequilla es un producto de consumo cotidiano, pero que a la vez es muy delicado, por lo que debemos de preservarlo de la luz, el aire y el calor, para evitar que pierda sabor, se ponga rancia o se derrita.
Para lograr un óptimo estado de conservación debemos de mantenerla refrigerada a una temperatura entre los 0 y los 8ºC, siendo recomendable sacarla de la nevera una media hora antes de ser consumida.
Lo ideal es utilizar una mantequillera con tapa, bien sea de vidrio o de cerámica, para evitar que los olores impregnen a la mantequilla. No es recomendable guardarla en recipientes de plástico o con papel de aluminio.
Según un informe de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU, la mantequilla pasteurizada y salada es lo suficientemente segura para poder mantenerse a temperatura ambiente, debido a que la pasteurización de la crema disminuye el número de bacterias. La gran ventaja es que será más fácil de untar y notaremos más su sabor, pero si no se utiliza con frecuencia lo más recomendable siempre es optar por mantenerla refrigerada.
Una mantequilla estará en un estado óptimo para su consumo cuando no se rompa estando a temperatura ambiente, no se pegue, no tenga grumos y se pueda extender con facilidad.
La mantequilla puede permanecer hasta 10 días a temperatura ambiente antes de volverse rancia, porque tras ese tiempo las enzimas naturales de la leche empiezan a digerir las grasas de la mantequilla, causando un sabor y un aroma ácidos.